Esa adrenalina que solo un viajero entiende
No les puedo explicar esa adrenalina que se siente al ver un vuelo barato a un destino que lleva tiempo en tu checklist. Ese lugar con el que sueñas, aunque no tengas un plan concreto. Solo sabes que algún día caminarás por esas calles, disfrutarás de un café en una terraza y te estarás divirtiendo como si nada más importara.
El plan era no tener plan
Pensaba que 2025 sería un año tranquilo en cuanto a viajes. Nada definido, sin itinerarios grandes ni planes ambiciosos. Mi idea era simple: explorar más de México, conocer esos estados que aún me faltan y saborear lo local. Pero ya saben cómo es esto… uno hace planes y la vida te lanza una oferta irresistible.
Y entonces, como caídos del cielo, aparecieron dos destinos que me cambiaron todo:
Canadá y Orlando.
Dos lugares completamente distintos, pero que han vivido en mi cabeza desde hace años.
¿Por qué Canadá?
Siempre me ha llamado la atención por sus paisajes de postal: montañas infinitas, lagos cristalinos, bosques que parecen salidos de un cuento. Quiero perderme entre los colores del otoño, probar un verdadero maple syrup, caminar por calles tranquilas y tal vez, solo tal vez, ver una aurora boreal. Canadá me da la sensación de libertad y calma, como un suspiro largo después de una temporada intensa.
¿Y Disney otra vez?
¡Sí! No me juzguen. No soy yo… es el Jesús de 7 años. El niño que soñaba con conocer a Donald, subir al tren que recorre el parque y sentir esa magia que solo Disney tiene. Volver a Orlando es reconectar con ese niño, con sus sueños y su capacidad infinita de asombro. Y francamente, ¿quién no necesita un poco de eso de vez en cuando?
Los retos (y esa parte incómoda que uno trata de ignorar)
La realidad es que no tengo reservaciones, ni entradas, ni permisos del trabajo… ni siquiera he empezado a ahorrar.
Lo sé.
Soy consciente.
Y aún así, sé que voy a estar ahí.
Quizás me emociona más la idea de dejar que las cosas fluyan, de confiar en que se va a dar. No es la forma más responsable de viajar, lo admito, pero a veces la ilusión pesa más que el Excel.
Mirando hacia atrás
Cuando pienso en los viajes que hice en años anteriores, me doy cuenta de que muchos de ellos empezaron igual: con una chispa, una locura repentina, y las ganas de ver el mundo aunque no tuviera todo resuelto. Y siempre, de alguna forma, todo termina acomodándose. Esa es la belleza de viajar sin tenerlo todo planeado.
Así que sí, 2025 no será un año tranquilo. Y me alegra.
Porque los sueños se viven más bonito cuando te toman por sorpresa.
Y porque el Jesús del futuro —ese que solo tiene el vuelo confirmado— seguro encontrará la forma de estar ahí, con una sonrisa, una taza de café… y unas orejas de ratón en la cabeza 😅
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