¿Sabías que uno de los rincones más vibrantes de Toronto nació como una de las destilerías más grandes del mundo?
El Distillery District fue, en el siglo XIX, el corazón de la Gooderham & Worts Distillery. Hoy, sus calles adoquinadas y edificios industriales restaurados se han transformado en un paraíso peatonal donde conviven el arte, la gastronomía y la historia. Un sitio que conserva su esencia, pero con una energía moderna que te atrapa desde el primer paso.

Caminando entre sus pasajes, es fácil perder la noción del tiempo. Los antiguos ladrillos rojos, las esculturas urbanas y ese reloj antiguo que marca con nostalgia el paso de los años… todo es fotogénico y fascinante.






Una de las mejores decisiones del día fue detenerme a brindar con cerveza artesanal, en uno de los tantos patios acogedores del distrito. El ambiente es relajado, amigable, y lleno de ese toque local que solo se encuentra en los barrios con alma.

Y si de experiencias memorables hablamos, no podía dejar fuera mi visita a Madrina, un restaurante de raíces españolas que ha sido reconocido por la Guía Michelin. Entre tapas, vinos, sabores intensos y una atención cálida, me sentí como si estuviera en una esquina de Barcelona… pero con acento canadiense.


Además de la buena comida, hay algo que me conquistó del Distillery District: la gente. Canadienses amables, sonrientes, siempre dispuestos a ayudarte o simplemente a compartir una charla casual sobre lo que te rodea. Ese espíritu abierto y cálido hace que la experiencia no solo sea turística, sino humana.
Mi consejo: ven sin prisa, con buen apetito y los ojos bien abiertos. El Distillery District no es solo un lugar para visitar, es un lugar para disfrutar… y recordar.
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