Hay ciudades que se te revelan poco a poco, y otras que desde el primer día te lanzan un guiño y te hacen sentir parte de su historia, su ritmo y su skyline. Toronto pertenece al segundo grupo. Y así fue como comenzó mi viaje por Canadá: con un día lleno de contrastes, sabores y vistas inolvidables.
Una mañana entre sabores y sonidos locales: St. Lawrence Market
No hay mejor forma de conocer una ciudad que a través de su mercado. St. Lawrence Market fue mi primer destino del día. Apenas crucé sus puertas, el aroma del pan recién horneado, los quesos artesanales y las carnes frías me envolvió como una cálida bienvenida.
Este mercado es mucho más que un sitio para comprar: es una experiencia sensorial. Puesto tras puesto, los colores y texturas de los productos locales compiten por tu atención.
Una recomendación: prueben el peameal bacon sandwich de Carousel Bakery. Su sabor es tan icónico como el propio mercado.
Del bullicio urbano a un cuento de hadas: Casa Loma
Después de recorrer el mercado, tomé el metro hacia Casa Loma, una joya arquitectónica que parece salida de una novela romántica. Este castillo urbano —porque sí, ¡es un castillo en plena Toronto!— es una mezcla encantadora de historia, misterio y belleza.
Sus salones señoriales, sus pasillos secretos y sus jardines bien cuidados te hacen viajar en el tiempo. Mientras caminaba por sus terrazas con vista a la ciudad, no pude evitar imaginarme cómo sería la vida de los personajes que habitaron ese lugar hace más de un siglo.
Cerrando con altura: la CN Tower al atardecer
Para terminar el día, no podía faltar la Torre CN, el emblema de Toronto. Subí justo a tiempo para ver cómo el sol se ocultaba entre los rascacielos, tiñendo la ciudad de tonos dorados y rosados. Fue uno de esos momentos que no se olvidan, donde el silencio de la altura te regala una perspectiva distinta de todo lo que acabas de vivir.
Y sí, me atreví a caminar sobre el piso de vidrio. Spoiler: impresiona más de lo que parece.
Conclusión:
Así fue mi primera impresión en Canadá: un paseo entre lo clásico y lo moderno, lo sabroso y lo majestuoso. Toronto me recibió con los brazos abiertos y muchas ganas de que descubriera más. Y esto… apenas comienza.
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